Por Enrique Herrera* 

Teófilo Altamirano es el antropólogo que más esfuerzos ha dedicado a la comprensión de las migraciones en el Perú. Desarrolla una lectura profunda sobre un fenómeno que desde mediados del siglo pasado ha redefinido por completo a la sociedad peruana y ha perfilado el escenario urbano que ahora conocemos.

A fines de los años setenta, Altamirano abordó los desplazamientos que se generaban desde los Andes y tenían como destino los centros urbanos de la costa, sobre todo Lima. Preocupado por entender las múltiples estrategias que desarrollaban los inmigrantes andinos, precisó cómo los recursos organizativos que llevaban consigo eran adaptados a las nuevas formas de vida que debían enfrentar. Estos recursos fueron percibidos en las redes de solidaridad que los migrantes crearon, los nuevos espacios festivos que fundaron y las actividades económicas que desenvolvieron. Además, Altamirano describió los impactos que estos provocaban en sus lugares de origen cuando retornaban temporal o permanentemente, así como el efecto que los flujos migratorios producían tanto en las economías familiares locales como en la de los migrantes. Son varios los trabajos en los cuales aborda estos temas, pero el más destacado es Presencia andina en Lima metropolitana: Estudios sobre migrantes y clubes de provincianos (PUCP, 1984), libro inspirado en su tesis doctoral expuesta en la Universidad de Durham (Inglaterra).

A medida que el fenómeno migratorio trasciende las fronteras del país, Altamirano pasa a estudiar las estrategias que los peruanos de diferentes segmentos sociales despliegan en los países o continentes a los que arriban: Japón, Estados Unidos, Europa y Australia. Son especialmente llamativos los artículos en los que muestra los resultados de una detenida pesquisa sobre las migraciones de pastores andinos hacia Nebraska (EE. UU.), donde son empleados en empresas dedicadas a la crianza de ovejas. También se concentra en la diáspora peruana de los noventa, en la fuga de talentos y en el impacto económico generado por las remesas que los peruanos expatriados envían a nuestro país.

A lo largo de su obra, Altamirano muestra que, si bien las migraciones humanas contemporáneas pueden ser explicadas por determinantes estructurales, no están exentas de las estrategias que los propios involucrados son capaces de poner en juego frente a tales determinantes. Desde su mirada, los migrantes son ante todo sujetos y gestores de proyectos definidos, en los cuales se interrelacionan perspectivas que se fundan en lo local, pero se desplazan hacia lo global y se mantienen en un constante ir y venir entre ambas dimensiones.

Sin duda, esta mirada dinámica sobre los procesos que estudia se confunde un poco con su vida personal, también de migrante.

Teófilo Altamirano es, posiblemente, junto con José María Arguedas, uno de los primeros antropólogos quechuahablantes de trascendencia universal que ha tenido el Perú. Nació en 1943 en la pequeña comunidad de Ocobamba, Andahuaylas, emplazada muy cerca del río Pampas, una zona donde se gestó en los años setenta un movimiento campesino que recuperó tierras que se hallaban en manos de grandes terratenientes. Tenía cuatro años cuando murió su madre y, al poco tiempo, en un accidente, perdió el brazo izquierdo. A causa de las carencias económicas y las precarias condiciones de vida, terminó la primaria a los 15 años, en la escuela de su comunidad.

Después partió hacia la pequeña ciudad de Andahuaylas, donde gracias al apoyo de una de sus hermanas logró culminar la secundaria. Esta nueva experiencia se vio marcada por la hostilidad de un medio que despreciaba su origen rural y su lengua materna. Determinado a salir de la pobreza, avizoró que podía hacerlo como profesor de escuela. Por esa razón se trasladó hasta el Cusco, donde ingresó a la Facultad de Educación de la Universidad San Antonio de Abad. No obstante, desistió al poco tiempo pues uno de sus profesores lo convenció de que sería difícil que pudiera desempeñarse como maestro con solo un brazo.

Al evaluar otras alternativas, vio en la antropología una oportunidad. Esta disciplina lo entusiasmó porque advirtió que egresados y profesores eran contratados por el Ministerio de Educación a través del Instituto Indigenista Peruano para un programa que buscaba la “integración de poblaciones aborígenes”. Sin embargo, tras dos años de estudio, consideró que era factible trascender el Cusco señorial de los años sesenta y culminar su carrera en Lima. Entonces, con el respaldo de sus paisanos ocobambinos, logró trasladarse hasta la capital y después de un segundo intento obtuvo una de las 15 vacantes que ofrecía el Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.

En las aulas sanmarquinas pronto llamó la atención de José Matos Mar, profesor y fundador del Instituto de Estudios Peruanos, quien de inmediato lo incorporó en calidad de asistente a varios de sus grupos de trabajo que laboraban en comunidades andinas quechuahablantes. El resto de su carrera lo financió con sus trabajos eventuales. Altamirano se graduó como Bachiller con una tesis sobre los movimientos campesinos de su zona de origen. Poco tiempo después fue invitado a integrar un equipo de antropólogos británicos que investigaban en el Valle del Mantaro. Posteriormente, ellos lo promovieron para que realizara una maestría en antropología en la Universidad de Manchester, la cual concluyó en 1974.

Provisto de una vasta experiencia de vida, forjada en múltiples espacios culturales y lingüísticos, y una formación que se enriqueció con lo mejor de la antropología británica de los años setenta, comenzó su trayectoria académica en las aulas de la PUCP. En ellas ha ejercido la docencia a lo largo de 30 años, 20 de los cuales como profesor principal en la Facultad de Ciencias Sociales. Durante esas tres décadas ha publicado 15 libros académicos y cerca de 50 artículos en revistas especializadas del Perú, Estados Unidos, Japón e Inglaterra.

Ha dictado conferencias en universidades prestigiosas de Europa, Asia, Latinoamérica y Norteamérica, y en varios de estos centros de estudios ha sido investigador visitante y docente. Además, ha efectuado numerosos reportes para diferentes entidades de las Naciones Unidas y el Banco Mundial. En la última década ha dictado cursos especializados sobre migración en la Universidad de Texas en Austin (EE. UU.) y en la Universidad de Winnipeg (Canadá), incorporando una variable adicional en su foco de análisis: el cambio climático. Esta nueva mirada lo lleva a ponderar el impacto de las alteraciones ambientales en algunas comunidades campesinas, las cuales son abandonadas de manera forzada ante la imposibilidad de seguir reproduciendo sus medios de vida. El año 2014 la PUCP publicó uno de sus trabajos dentro de esa línea de investigación.

Tan extensa y fructífera labor no ha estado al margen de numerosos reconocimientos. Uno de los más importantes se lo otorgó, el año 2016, la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), una agencia asociada a la ONU, por su labor pionera en los estudios sobre migraciones internacionales del Perú. Sin embargo, el galardón más sentido se lo brindó el 2015 la Alcaldía del Distrito de su natal Ocobamba, la cual lo declaró “Hijo Ilustre”.

Esta es la historia excepcional de un migrante andino que encontró en la actividad académica un camino para abrirse al mundo y liberarse de las adversidades que le correspondió enfrentar. Su obra académica y su vida misma demuestran que los recursos que brindan las sociedades locales, lejos de ser limitantes, pueden ser herramientas útiles para ingresar en el mundo global y comprenderlo. El saber cómo transitar entre ambos espacios –lo local y lo global– es el logro que Teófilo Altamirano Rua supo alcanzar.


*Enrique Herrera. Antropólogo. Doctor en Sociología por la Universidad Sorbonne Nouvelle, Francia. Docente en el Departamento de Ciencias Sociales de la PUCP y consultor en temas ambientales, pueblos indígenas y manejo de recursos naturales en la Amazonía.